¿Por qué las elecciones serán históricas?

Más allá del vaticinio de que México tendrá por primera vez a una mujer en la Presidencia de la República, el llamado a las urnas para el próximo 2 de junio tiene un sinfín de datos curiosos. Aquí un desfile por cada uno de ellos.

  • Unos minutos antes de que concluyera febrero, el Instituto Nacional Electoral (INE) dio a conocer que Xóchitl Gálvez, Claudia Sheinbaum y Jorge Álvarez Máynez serían los candidatos en la boleta electoral, por lo que horas después fue el propio INE quien informó que se arrancaban formalmente la producción de las boletas electorales, a cargo de Talleres Gráficos de México.
  • Para este año se producirán 317 millones 324 mil 493 boletas para el voto en territorio nacional de la elección federal, así como para las diversas modalidades como el voto en el extranjero, sufragio anticipado y voto en prisión preventiva.
  • La candidata de la coalición Fuerza y Corazón por México, Xóchitl Gálvez, aparecerá al principio de la papeleta, seguido por Claudia Sheinbaum Pardo, candidata de la coalición Sigamos Haciendo Historia y, posteriormente Jorge Álvarez Máynez, candidato de Movimiento Ciudadano. El orden se decidió por el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, en donde se determina que el orden va de acuerdo con la fecha de registro de cada partido.
  • Para votar es indispensable portar la credencial emitida por el INE. El 22 de enero fue el límite de registro para quienes cumplían la mayoría de edad entre el 1 de septiembre de 2023 y el 2 de junio de 2024.  Los jóvenes dominarán las elecciones, de acuerdo con las estadísticas, esta vez habrá 15 millones de jóvenes que votarán por primera vez.
  • Ese mismo día fue el último para tramitar cambio de domicilio, corrección de datos o reemplazo de la mica en caso de estar vencida o por vencer, ya que tienen vigencia de 10 años. Hasta el jueves 8 de febrero se tramitaron reposiciones.
  • El martes 20 de febrero se cerró la atención para los mexicanos que residen en el extranjero e hicieron su registro para votar. Más de 23 mil personas realizarán el sufragio desde el lugar donde residen actualmente. El 75% lo hará de manera electrónica, un 19% en formato postal y el resto de manera presencial.
  • El 1 de marzo fue el último día para recoger credenciales que estuvieron en trámite durante 2022, aquellas que no fueron entregadas a sus dueños se destruyeron para evitar su mal uso. Para el resto de quienes tramitaron reposiciones o cambios, se estableció que el 14 de marzo se cerrará la opción de recogerla. 
  • Hasta el lunes 20 de mayo todavía se realizarán reimpresiones de la credencial para votar, siempre y cuando el ciudadano no requiera cambios o correcciones. Del 21 de mayo al 2 de junio no se expedirán INEs.
  • Las multas por recibir dádivas a cambio de entregar la credencial para votar; es decir, por vender el voto, oscilan entre 1,085 y 10,857 pesos. Además de “vender” la credencial, también será sancionable ir dos veces por una boleta, usar la identificación de otra persona o suplantar a un funcionario de casilla para alterar la jornada.

Qué se elige en 2024

  • Se dice que son las “elecciones más grandes de la historia” porque en total se decidirán 20 mil 375 cargos de elección popular. Quedan de la siguiente manera:
      • 1 Presidencia de la República
      • 128 senadurías
      • 500 diputaciones
      • 8 gubernaturas
      • 1 jefatura de gobierno
      • 31 congresos locales
      • 1,580 ayuntamientos
      • 16 alcaldías
      • 24 juntas municipales
  • De ese total, 626 son puestos federales (presidencia, 500 diputaciones y 128 senadurías), el resto son a nivel estatal.
  • La precampaña tuvo lugar del 20 de noviembre de 2023 al 18 de enero de 2024. Al período del 19 de enero al 29 de febrero, que es cuando se hicieron los registros, se les llamó intercampañas. Legalmente, las campañas inician el 1 de marzo y concluyen el 29 de mayo. Durante los tres días previos a las votaciones queda prohibida la difusión de propaganda gubernamental, así como actos oficiales que sumen a la plataforma electoral de alguna candidatura.  Los spots de radio, televisión y los actos públicos también deberán concluir el 29 de mayo.
  • El INE organizará tres debates presidenciales, todos tendrán como sede la Ciudad del México. El primero será el 7 de abril en las oficinas centrales del INE. El segundo se realizará el 28 de abril en los Estudios Churubusco. El final será el domingo 19 de mayo en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco. Las reglas y los temas se darán a conocer previo a cada encuentro.
  • Con respecto a la jornada del sexenio anterior, el tope de gasto de campaña para este 2024 tendrá un incremento de 54%. De acuerdo con la ley, será equivalente a 20% del financiamiento público de campaña establecido para todos los partidos en el año de la elección presidencial. La Comisión de Prerrogativas y Partidos Políticos del INE aprobó también un tope máximo de 85 millones para las precampañas.
  • Aquellos mexicanos que estén presos sin sentencia, y que tengan la voluntad de participar en la jornada electoral, tendrán acceso al voto en un programa especial que se realizará del 6 al 20 de mayo de 2024.
  • El día de las elecciones se abrirán las casillas a las 8 de la mañana. Se dispondrán alrededor de 170 mil espacios para votar y se cerrarán en punto de las 6 de la tarde. 
  • Los resultados de las elecciones presidenciales, la jefatura de Gobierno de la capital y las gubernaturas estatales serán dados a conocer por el INE en un mensaje televisivo, y esto sería durante la misma noche de la jornada electoral.
  • Los cómputos distritales, que determinan el resultado oficial de la elección, se llevarán a cabo del 5 al 8 de junio de 2024.
  • El 10 de febrero de 2014, mientras Enrique Peña Nieto era presidente, se dio a conocer la modificación al artículo 83 de la Constitución para establecer que los próximos presidentes del país terminarían su gobierno el 1 de octubre. Es por ello que la presidencia de Andrés Manuel López Obrador no concluirá el 1 de diciembre, como sucedía con los anteriores gobiernos, y a quien los mexicanos designen como nuevo primer mandatario tomará el poder el primer día de octubre de 2024.

 

¿Cómo vamos con Otis?

Los rezagos de 2023 en 2024

Más estado y menos mercado

En los albores de la tercera década del Siglo XXI, el gobierno de México ha decidido cambiar de tajo el rumbo del modelo económico y, como en el pasado, le apuesta más a una economía controlada por el Estado que al libre mercado, bajo el argumento central de que el neoliberalismo económico fracasó en el combate a la desigualdad social y la pobreza, lo cual es cierto.

Este giro de 360 grados -en medio de la crisis económica que provocará la pandemia del Coronavirus- trastornará no sólo planes de inversión de empresas nacionales y extranjeras sino que agravará la incertidumbre política, económica y social, con efectos impredecibles para el empleo, la libertad y la prosperidad de la sociedad.

Desde 1986 íbamos en un barco con rumbo al norte, pero en 2020 el Capitán ha decidido dar un golpe de timón y navegar hacia al sur con 130 millones de mexicanos a bordo.

Al igual que sus antecesores, el Capitán tiene derecho a cambiar el rumbo de la economía. La gran incógnita es: ¿Funcionará o nos hundiremos en otra crisis?

En el mundo de la economía existen por lo menos dos grandes escuelas de pensamiento. Las resumo en pocas palabras: Una pro empresarial que sostiene la tesis de que el libre mercado es la única vía para generar más riqueza y menos pobreza, con un Estado que debe limitarse a facilitar condiciones de crecimiento y desarrollo, así como a atender los problemas sociales, en tanto que la otra escuela postula la necesidad de una economía de bienestar social controlada por el Estado y menos por el mercado, con el fin de reducir las desigualdades.

En México ya probamos los dos modelos económicos y la terrible desigualdad social sigue siendo la gran asignatura pendiente desde hace siglos. Repasemos lo que ha sucedido en los últimos 50 años.

Los presidentes Echeverría y López Portillo (1970-1982) le apostaron a la economía de Estado y manejaban la política económica desde Los Pinos, la casa presidencial, lo que terminó generando tensiones, choques y rupturas con empresarios y banqueros. A pesar de la abundancia y los altos precios del petróleo, hundieron al país en una prolongada y costosa crisis de deuda y devaluaciones del peso por un excesivo gasto público. El Estado engordó.

Acorralado por la deuda, el presidente De la Madrid decidió en 1986 dar un giro de 180 grados a la política económica y apostarle al mercado ingresando a México al libre comercio mundial, una pista en la que ya corrían las principales potencias económicas del mundo: Estados Unidos, Canadá, Alemania, Reino Unido, Francia, China, Japón y otros. Y empezó a adelgazar al Estado con la privatización de empresas paraestatales que eran barriles sin fondo, a decir de los tecnócratas o neoliberales.

En su periodo (1988-1994), el presidente Salinas de Gortari, formado en Harvard, apretó más la tuerca y con el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá dejó la economía en manos del mercado y del llamado neoliberalismo económico. Adelgazó más al Estado y dio más poder al mercado, dejando al final otra crisis, la de los famosos Tesobonos.

Tocó el turno al presidente Zedillo, educado en Yale, quien políticamente rompió con Salinas por la crisis del tequila que le heredó y la desbordada corrupción de su hermano Raúl, pero continúo privatizando empresas estatales y apostando al modelo de libre mercado.

En el 2000, el PRI perdió por vez primera la Presidencia a manos del panista Vicente Fox y el modelo económico prosiguió. Las manos del libre mercado continuaron dominando y gobernando casi por encima del Estado, generando riqueza para los mismos de siempre, nacionales y extranjeros, sin amortiguar las desigualdades sociales.

Con el presidente Calderón continúo la política económica. La riqueza del modelo neoliberal siguió repartida en pocas manos y, tras su controvertido triunfo electoral del 2006, los grupos sociales de izquierda se enardecieron.

En 2012, el PRI recuperó la Presidencia con Peña Nieto. Fue la segunda alternancia en el poder, pero el libre mercado siguió siendo el rey y el Estado fue de papel. La riqueza que se generó no calmó la sed de venganza de los de abajo. La justicia social que postuló el PRI quedó en promesa y en 2018 perdió de nuevo la Presidencia ante el líder de un movimiento social hartado de gobiernos elitistas.

Ahora, el presidente López Obrador, votado por 30 millones de mexicanos, ha expresado  que  el modelo económico que prevaleció durante 36 años “ ha sido un rotundo fracaso” y trata de cambiarlo de raíz, aún en contra de la corriente mundial, inspirado en el Che Guevara, Simón Bolívar, Fidel Castro, Allende, Lula, Perón y Jesucristo. Ha decidido modificar bruscamente el rumbo del barco, manejar la política económica desde Palacio Nacional y navegar hacia los mares del Sur, donde se hayan las economías de Argentina, Brasil, Chile, Venezuela y Cuba.

El tabasqueño tiene razón al afirmar que el libre mercado y la globalización económica no han atemperado las desigualdades sociales ni han repartido la riqueza a los que menos tienen ni siquiera en Estados Unidos o China. También es verdad que el libre mercado ha debilitado el bienestar de muchos Estados y ha creado gigantescas compañías monopólicas y más multimillonarios en el mundo.

El Presidente sabe que tiene mucho poder y lo goza todos los días. Dicta y decide  la política económica. Parece decidido a volver a engordar al Estado y a quitarle poder al mercado, a costa de lo que sea, pensando que es para bien del pueblo, pero eso está por verse. Ojalá resulte esta arriesgada apuesta. El pueblo votó por él porque ya no quería el yugo de las élites corruptas. Sin embargo, habrá que ver en qué termina esta nueva aventura.

Me parece que debemos tener mucho cuidado con los equilibrios, para que no transitemos de un exceso de mercado a un exceso de intervención del Estado, con las amargas experiencias del pasado.

¿Quien vigilará que el barco vaya por buen camino y no se estrelle como el Titanic en los iceberg de los mares del Sur?  Ya sabemos que al Capitán no le gustan los controles ni los contrapesos. No hay más: nos toca a todos nosotros, a la sociedad civil libre, organizada y movilizada, pues los desarticulados partidos de la oposición van a defender sólo lo suyo y no los intereses nacionales.

Los desatinos de la Comunicación Presidencial

Cada Presidente tiene su estilo personal de comunicar sus decisiones. Algunos deciden enfrentar al toro por los cuernos y actuar sin intermediarios, mientras que otros delegan esta responsabilidad en voceros. Todos creen que su estrategia es la correcta hasta que se impone la realidad social y viene el éxito o el fracaso.

La pandemia mundial por el Coronavirus ha puesto en evidencia las fortalezas y debilidades de la comunicación presidencial. No voy a referirme a la comunicación del gobierno porque casi no la veo en la agenda pública.

No me he perdido casi ninguna de las conferencias mañaneras que se montan en el escenario del Palacio Nacional. Después de tres campañas presidenciales y otras tantas estatales, el jefe del Estado mexicano sabe bien que la comunicación política es esencial para apuntalar a un gobierno que se encuentra en medio de una crisis sanitaria y económica de consecuencias incalculables. No le gusta dejar espacios vacíos “porque los llenan nuestros adversarios conservadores” y emite mensajes todos los días recalcando que “vamos bien”.

Sin embargo, con frecuencia se ve enojado, exhibe con regocijo a sus críticos de los MEDIOS, como si continuara en campaña, y advierte a los empresarios que no cambiará de rumbo económico. ¿Qué está pasando realmente con la Comunicación Presidencial?

Mi tesis es que el mensaje no está conectando con todos los públicos y carece del famoso “feedback” y la interacción social, indispensable en toda estrategia efectiva de comunicación, debido a que le faltan por lo menos dos poderosos ingredientes: CREDIBILIDAD de los ciudadanos (no sólo del pueblo raso) y promoción estratégica del discurso a través de RELACIONES PÚBLICAS para persuadir a los diferentes grupos sociales de los beneficios de las políticas públicas.

Hablemos primero de las fortalezas comunicativas: el cambio de estilo, el discurso, la imagen y la identidad que se construye en la casa presidencial al cabo de casi 17 meses de gobierno.

No voy a cuestionar el estilo personal de comunicar del líder tabasqueño. Tiene derecho a ser él su propio portavoz y a escoger su propio circo aunque no estemos de acuerdo con él. Tiene derecho incluso a no prestarle el micrófono a nadie de su gabinete. No es el primer Presidente que decide toda la estrategia de comunicación, las prioridades y los mensajes clave. Antes, Calderón y Salinas, por citar a los más recientes, determinaban qué decir, cómo decirlo y cuándo decirlo. Por ello, el estilo no debe sorprendernos.

Tampoco voy a criticar los medios que utiliza para transmitir su mensaje. Prefiere las “benditas” REDES SOCIALES sobre los medios tradicionales, pero este tema de la relación con los medios amerita otro texto.

En materia de imagen, el Presidente ha decidido apostar por la comunicación cargada de símbolos y no está mal, muchos otros jefes de Estado lo han hecho en México y el mundo. El simbolismo es una forma de comunicación. Los símbolos sirven para representar una realidad, pero cuidado, ya que muchas veces esa realidad no existe y sobreviene el desencanto colectivo.

Ahora bien, ¿qué identidad busca el inquilino de Palacio Nacional? Por lo que ha dicho, aspira a ser el símbolo de todo lo bueno, a ser percibido como el presidente de los pobres y a pasar a la historia como un líder justiciero, auténtico, humano, honesto y pacífico. Tiene derecho a ello. No hay que olvidar que el populismo sigue de moda. Habrá que ver cuando termine su mandato.

El problema de fondo, me parece, está en el mensaje lineal y vertical que se quiere transmitir a todos y está llegando sólo a un tercio del público deseado, con el agravante de que buena parte de la sociedad no cree en él y lo rechaza porque lo percibe como falso, está lejos de sus expectativas y lo interpreta no como información valiosa sino como propaganda para manipular a las audiencias en beneficio propio. No lo sabemos, pero quizá el Presidente es de los astutos políticos que considera que la comunicación política pasa por la propaganda  y los equivocados somos los ciudadanos y sus rivales que deben limitarse a ser espectadores de su faena en el ruedo de la gran plaza.

Cuando el Presidente se aferra a un discurso que no es bien recibido afuera de su círculo, debido a que hay una larga distancia entre lo que se dice y lo que se hace, está construyendo realidades que no existen y percepciones momentáneamente favorables pero que suelen desinflarse como burbujas.

Todos los días, subraya el mensaje que dirige centralmente a sus partidarios. Ha dado cientos de conferencias y grabado decenas de videos, pero la comunicación presidencial parece hasta hoy ser incapaz de articular y transmitir un mensaje coherente. Diga lo que diga, muchos ciudadanos no compran su discurso ni se han subido al barco de la 4T porque el jefe del Estado no los ha convencido de que tiene una visión distinta del anterior régimen, un proyecto articulado de país y el cambio de rumbo es un salto al futuro y no al pasado. No parece entender o no quiere entender el sentimiento y el resentimiento de las clases medias y altas, cuando debiera sumarlas.

El mensaje del verdadero cambio no ha sido claro ni realista y toda ficción comunicativa podría venirse abajo. La política necesita de los símbolos para transmitir realidades complejas, pero éstos suelen ser insuficientes para tapar simulaciones o fracasos.

La comunicación presidencial está empeñada en exhibir a como dé lugar un buen gobierno -esa es su tarea- cuando en realidad lo que muchos perciben es una mala gestión de gobierno y un rumbo equivocado, lo que constituye una apuesta altamente riesgosa, pues la sociedad puede terminar señalando mentiras y tildando de falso al portavoz.

No hay duda en la historia de la comunicación: la credibilidad y la transparencia siempre le ganarán la carrera a la manipulación y la opacidad informativa.

¿Qué hacer ante este escenario?

Ojalá que la comunicación presidencial comprenda la verdadera realidad social -lo cual dudo conociendo el estilo- y transite de un juego de suma cero a un juego de ganar-ganar. Si persisten los desacuerdos todos perderemos.

En suma, la comunicación presidencial necesita ganarse la confianza ciudadana para lograr sus objetivos e imponer una nueva visión de país. Y la sociedad necesita colaborar con sus gobernantes y vigilar que rinda cuentas. Si no hay un buen acuerdo que concilie intereses, creencias e ideologías políticas de ambas partes y, por el contrario, se insiste en imponer desde arriba una visión personal del poder, me temo que la comunicación presidencial será un fracaso en perjuicio de todos.

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¿Por qué hay más preguntas que respuestas en la pandemia del Coronavirus?

En mis 20 años de reportero y casi 20 años de comunicador de gobiernos de diferentes colores, he visto y manejado crisis pero ninguna del tamaño y el impacto social y económico de la pandemia del Coronavirus.

Me acuerdo de la devaluación del peso de 1982, la crisis de la deuda, el terremoto de 1985, el Chupacabras, la epidemia del cólera, la gripe porcina, la pandemia del 2009 y ahora la emergencia mundial por el Coronavirus.

Pasé alrededor de 10 años por el sector publico de salud (en COFEPRIS y el IMSS) y nuestra teoría es que comunicar eficientemente una crisis sanitaria nunca ha sido fácil, para ningún gobierno, debido por un lado a que los Estados tienden a maquillar y esconder las estadísticas para no generar pánico y, por el otro, la sociedad civil no confía en los datos del Jefe del Estado ni cree a ciegas lo que le dicen los voceros de la crisis.

En el caso de México, hay que aclararlo, tenemos un problema más grave aún, pues hoy la sociedad está enfrentada y dividida en por lo menos dos grupos, a decir del propio Presidente: el pueblo raso que lo ama y los conservadores corruptos que lo desprecian y el apuestan a su fracaso (me parece que este tema amerita otro texto que abordaré en la siguiente entrega)

Actualmente, las preguntas medulares de los mexicanos siguen en el aire y me voy a concentrar en tres:

1.-¿Cuándo acabará la pesadilla del Coronavirus?

2.-¿Estamos realmente preparados para enfrentar esta pandemia?

3.-¿Los medios y los periodistas le están jugando las contras al gobierno?

No tenemos bola mágica para adivinar el tiempo que durará la pandemia, pero las experiencias de otros países nos permiten afirmar que no será un mes, como lo desean nuestros gobernantes, sino tres o hasta seis meses, dependiendo de cómo manejemos la crisis.

El tigre del Coronavirus lo soltaron (habrá que preguntarse en otra ocasión qué potencia lo soltó) en Wuhan, China, en diciembre pasado y los Chinos lo comunicaron al mundo hasta el 3 de enero de este 2020.

Al igual que muchos gobiernos, los Chinos son expertos en amañar cifras y sus datos siempre son poco confiables, pero tienen mucho dinero en caja y un Estado despótico. No olvidemos que con  todo su poder, el Estado Chino tardó alrededor de 3 meses en levantar por fin esta semana la cuarentena en Wuhan.

En Estados Unidos, el primer caso se reportó el 21 de enero y la curva de contagios sigue creciendo. Aunque el presidente Trump, por razones quizá electorales, también desea, como López Obrador, levantar la bandera blanca el 30 de abril, la realidad es que la crisis sanitaria continúa en ambos países fuera de control y sus consecuencias en la salud publica y la economía de los mexicanos y estadounidenses son impredecibles.

O sea, no hay forma de que la pandemia se acabe en un mes. Ni en México ni en EUA. Esto va para largo. Ojalá me equivoque pero las tendencias marcan que apenas vamos subiendo la montaña  ( México reportó el caso cero el 28 de febrero) y luego habrá que bajarla con los daños a cuestas.

En cuanto a si estamos listos para combatir la pandemia que viene, nuestra teoría es que no, a pesar de lo que afirman nuestras autoridades sanitarias. Yo no conozco una persona que sostenga con datos creíbles y racionales lo contrario, salvo claro el Jefe del Estado y el vocero de la crisis, aunque su palabra se vaya desgastando día con día. Ellos no pueden ni deben decir otra cosa. Y está bien que lo hagan para abonar a la confianza ciudadana.

Sin embargo, la realidad es que el sistema de salud pública ya estaba saturado y no se daba abasto para atender pacientes antes incluso de la crisis. No son pocas las voces bien informadas ni las evidencias que nos advierten que hoy en día NO hay suficientes camas, ni médicos (aunque ya llegaron los primeros Cubanos), ni enfermeras, ni respiradores, ni mascarillas ni pruebas rápidas ni medicamentos para enfrentar la alta demanda de insumos médicos que se nos viene encima.

El tamaño de la crisis ha dejado al descubierto que ninguno de los Estados más afectados estaba preparado, pese a ser grandes potencias económicas, por lo que más nos vale extremar las precauciones. El Presidente ha dicho que vamos bien y que tenemos un gran plan contra la crisis. Ojalá sea cierto.

Finalmente, por la polarización política se está generando lamentablemente un debate nacional que suma cero, en el que nadie gana y todos perdemos. Lo atiza el Jefe del Estado, lo aplaude el llamado Pueblo en las redes sociales y los culpables son la Sociedad y los medios tradicionales de comunicación.

Los medios, dijo el Presidente en la mañanera de este Jueves Santo,  no están ayudando…son voceros de conservadores corruptos, quieren que regrese el regimen corrupto…traen campaña amarillista pero no pasarán…Estarán felices si viene el colapso.

Y los periodistas, no todos, agregó, le apuestan a que nos vaya mal y fracasemos. Es temporada de zopilotes, advirtió.

Dolido, el Presidente se consoló: tenemos el apoyo del pueblo. No se dejen manipular, hay que tener confianza en nosotros mismos. No nos dejemos apanicar por los conservadores.

Yo no creo que los medios, la sociedad o algunos periodistas críticos conspiren contra la 4T y sean el problema, mientras el denominado pueblo es la solución.

Más bien me parece que por comunicar verdades a medias o mentiras completas, la realidad social es otra y, mientras las autoridades sanitarias están perdiendo credibilidad ante la opinión publica, los ciudadanos vamos solos, desunidos, confrontados y sin equipo médico a la temible guerra contra el Coronavirus.

¡Quédate en casa si!

¡Porque afuera no hay quien te salve!